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jueves, 2 de junio de 2011

¡Las Mujeres de mi país!



Recientemente, tuve la oportunidad de ir a Maracay, Capital del Estado Aragua, en la República Bolivariana de Venezuela, dado que tenía que asistir a una rutina médica, para corroborar mi estado de salud actual. ¡Gracias a dios, estoy regularmente bien! Pero de regreso a mi pueblo: Villa de Cura, al subir a la unidad de transporte público (léase: Autobus), en el Terminal de Pasajeros de Maracay, resultó que cuando el conductor iba a comenzar su tránsito, un señor desde los asientos del fondo del autobus, expresó en voz alta: "Pare, pare, chofer, aquí hay una niña sola, su mamá se bajó y no ha subido". El chofer protesto (como que si le costaba mucho detenerse por un poco de tiempo más; pero todas las mujeres que se encontraban a bordo de la unidad de transporte colectivo, se pusieron todas de píe, como que si se hubieran puesto de acuerdo, y dirigieron su atención hacia la parte de atrás del autobus, pregúntandose unas entre otras: ¿En dónde está la mamá de esa niña?

Pues bien, en realidad, la madre que dejó a su hija sola en el autobus, no lo hizo con mala intención, pero creo que si, de una forma muy irregular y quizás hasta objetable, pero ella sintió la necesidad de comprar agua para sus dos hijos (la niña que dejó en el interior del bus, y el bebé que llevaba entre sus brazos). En honor a la verdad, fue un momento difícil de olvidar, por diversos motivos: primero, la tranquilidad de la niña que esperaba su madre, sentada en uno de los últimos puestos de la unidad automotor; segundo, la acción de la madre para comprar agua a sus dos hijos, exponiendo evidentemente a uno de ellos, ante cualquier actitud malsana de terceras personas; tercero, la respuesta actitudinal de las mujeres que a bordo del bus, se levantaron en masas ante el hecho suscitado; cuarto, la conducta irresponsable del chofer de la unidad automotor, quien se molestó cuando se le pidió que detuviera la marcha; y quinto, que la mayoría de los pasajeros mantuvieron la calma y colaboraron de manera incondicional, al ser pacientes y esperar que la situación se remediara.

De todo esto que relato, quiero enaltecer la naturaleza y condición de la mujer, de las mujeres venezolanas, y en esta ocasión, de todas aquellas que se encontraban en el lugar donde se produjeron los hechos dignos de ser destacados, porque de una u otra forma, reflejan el sentido humano de las personas en general (menos la del conductor implícito en lo sucedido); reflejan el sentimiento de la solidaridad ante una niña que eventualmente se quedó sola, osea, sin la presencia de su madre, representante o responsable. Considero, que con esto, una vez más, queda demostrado que la mujer venezolana, es una mujer con pantalones, con guáramo o como diría mi abuela: "Una mujer con los ovarios bien puestos".

Finalmente, creo que situaciones como esta no se deberían producir más. En el mejor de los casos, las madres, antes de subir a una unidad de transporte colectivo, que lleven a sus hijos consigo, deberían proveerse de lo necesario antes de hacer el abordaje respectivo; pero bueno, todo en la vida puede suceder, lo importante, y lo mejor de lo mejor, es que siempre se manifieste la solidaridad, la ayuda y el apoyo entre los seres humanos.

¡Que vivan las mujeres de mi país!

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