La Declaración Universal de los Derechos Humanos Fundamentales (1949), y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, desde 1830 al año actual (2016), le confieren a los ciudadanos del mundo y de Venezuela, respectivamente, el goce y disfrute ético y moral de un sinnúmero de deberes y derechos ciudadanos, por cierto, irrenunciables e impostergables.
Por tanto, le corresponde a los "Gobiernos de Estados", garantizar el cumplimiento de los deberes ciudadanos, permitiendo a éstos, además, la posibilidad de ser objetos de la salud, alimentación, y tener acceso a la educación, creencias y religiones, pudiendo hacer cultura y deporte, recreándose en los valores de la vida y para la vida.
A título personal, considero que los deberes y los derechos se sustentan en los principios básicos de la ética y moral humana-ciudadana, y dentro del contexto de esa temática no deben existir limitaciones y menos, exclusiones de ninguna índole social, porque se atentaría contra la constitucionalidad propia de cada país.
Ahora bien, dentro de la vorágine social, sobre todo en la actualidad, los ciudadanos deben ser vigilantes del acontecer cotidiano, y contralores del haber espiritual, ético y moral, pero desde una perspectiva humanística, solidaria, incondicional; lejos de intereses personalistas egoístas y mezquinos.
Cada persona, en su justa dimensión humana, debe ser escritor, actor y protagonista de su vida, pensando siempre en un "yo" con implicaciones en el "nosotros", ofreciendo lo mejor de sí mismos, sin pecar de personalistas, de yoístas, y sin darle cabida al egocentrismo ni a la vanidad.
En la medida que seamos mejores ciudadanos, la sociedad irá cambiando de manera progresiva y paulatina, orientando las acciones hacia la satisfacción de las necesidades básicas, individuales y colectivas. Pero para ello, es necesario y fundamental, el trabajo en equipo, la mutua ayuda, la sana convivencia y la común unidad.
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