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jueves, 27 de octubre de 2016

¡Dulce Compañía!

Cuando nacemos, el Máximo Creador nos asigna un compañero de por vida, que está a nuestro lado en todo momento. Es nuestro Ángel de la Guarda; pero muy pocas veces lo recordamos o lo mencionamos en nuestras oraciones, dándole gracias además, por cuidarnos y protegernos, sin límites ni condiciones, porque para ello fue encomendado por el Omnipresente.

En los momentos que nos invaden los aspectos negativos de este plano espiritual, es bueno invocarlo, y solicitar su presencia, para que nos auxilie con su presencia luminosa. Cuando le invocamos acude a nosotros en cuestión de segundos, para socorrernos en los momentos de dificultades o para compartir con nosotros, lo positivo.

Cuando estés en el interior de tu hogar, invócalo, cuando salgas a la calle, invócalo, cuando estés en tu lugar de estudios, invócalo, cuando estés en tu medio ambiente laboral, invócalo. Tu ängel de Guarda no dudará ni un instante en atender tu llamado; de hecho, lo debe haber hecho muchas veces, sin ser invocado, pero usted, tú, no sabe reconocer su presencia.

"Ángel de mi Guarda, dulce compañía, no me desampares, ni de noche ni de día, tú eres mi protector, mi luz y mi guía, y sin tí me perdería".

He dicho...

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