Hace muchos años, en un canal de televisión extranjero, y por ende, en un programa televisivo que era de mi agrado, hicieron un reportaje a una pareja, compuesta por personas de la tercera edad o adultos mayores, que tenían un hijo de 25 años, y éste presentaba la condición de persona down, es decir, que tenía el "Síndrome de Down".
En medio de la entrevista realizada a aquellos sencillos y humildes padres, ellos comentaron al entrevistador, que con la condición que presentaba el hijo de ambos, habían pasado por momentos muy fuertes, pero que no dejaban de ser vivencias que les permitieron crecer y madurar como seres humanos y personas.
En una de las secciones de aquella entrevista que jamás olvidaré, el entrevistador le pidió a la madre de aquel joven con Síndrome de Down, que expresara lo que ella sentía con relación a su hijo, y ella muy sabiamente comentó, que éste le había producido a ella y a su esposo, una gran alegría, muy a pesar de todas las circunstancias adversas que les correspondió vivir; y puntualizó que lo que su descendiente tenía no era el "Síndrome de Down"...sino el "Síndrome de la Felicidad", porque eso era lo que aquel hijo en común, les producía a ambos: "FELICIDAD"...
Yo continúe viendo la entrevista, con los ojos evidentemente aguados, con ganas de llorar y con un nudo en la garganta, pero jamás me despegué de la pantalla de mi televisor, al finalizar la entrevista, me quedé muy pensativo, analizando cada una de las palabras de aquella mujer ejemplar, dispuesta a dar su propia vida, por la existencia de su hijo amado; y me dí cuenta que en realidad, vivimos en una sociedad muy desequilibrada, con grandes desigualdades, que de una forma u otra, no permite que los seres humanos, que las personas, vean el lado positivo, incluso, hasta de lo más negativo, que pueda suscitarse.
Nuestra sociedad es castradora, los tabúes y prejuicios han sido la causa de grandes diferencias sociales, de grandes desencuentros e injusticias; y muchas veces no tomamos real conciencia de que todos somos iguales, hechos a la imagen y semejanza de Dios Padre, y que por tanto, debemos amarnos y respetarnos en la justa dimensión que se le puede y debe atribuir tanto al amor como al respeto.
Yo he visto, como a los niños, niñas, adolescentes y también a personas mayores, se les ha discrinado por ser de "x" o "y" color de piel, por ser de "x" o "y" nacionalidad, por su ideología religiosa, por sus preferencias sexuales, siendo realmente lamentable, que quienes tienen la condición de personas down, también se suman a la larga lista de los vejados por el sistema societario que habitamos.
Aquí entre nos...a través de este escrito, me hago solidario con todos los niños, niñas, adolescentes y personas adultas, que viven bajo la condición de personas down, al mismo tiempo que lo hago, con los familiares y amigos más cercanos, quienes son los que viven de cerca, con el día a día, cada uno de los ciclos comunes por los que atraviesan todos y todas los que presentan el Síndrome de Down o mejor dicho, el Síndrome de la felicidad, porque muy ciertamente, estos seres lo único que irradian es felicidad y ternura por doquier.
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