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lunes, 15 de noviembre de 2010

"Monólogo con un Tumor"



¡Buenos días señor tumor!, ¿cómo ha amanecido? Hoy transcurre un día más que debo compartir su presencia, siendo usted un cuerpo extraño en mi organismo; y lo más curioso de todo, es que todavía no se porque ha invadido mi cuerpo, sin mi consentimiento, sin mi permiso. Es por eso que lo considero un intruso, y no lo quiero, ¡se lo juró que no lo quiero!, porque sólo ha llegado a mi vida para perjudicarme y echarme mucha vaina; ¡pero no se quede callado y defiéndase! ¡Yo quiero escuchar sus motivos o razones para violentar mi cuerpo de la forma tan inhumana que lo hace! ¡Así que, hable, manifiéstese, si es que puede!

Tal vez usted, señor tumor, no tenga conciencia de lo que es y representa vivir con ésta molestia tan grande, que ni el cielo ni el mar juntos, se le comparan de modo alguno, porque su invasión no tiene tamaño ni dimensión comparable, aún más cuando de tanto dolor tras dolor, de tanto llorar y llorar, el cansancio y el agotamiento se apoderan de mi existencia. Sin embargo señor tumor, déjeme decirle que, en medio de tanto dolor, llanto, cansancio y agotamiento, sólo hay una fuerza mayor que me conlleva a seguir adelante hasta el final, siendo esa fuerza el amor de mi Dios Todopoderoso, Jesús, el Ungido, el Cristo, Dios hecho Hombre sobre la faz de la Tierra, y María Santísima; quienes siempre me acompañan y nunca me abandonan, y a quienes amo con humildad y sinceridad absoluta.

¡A lo mejor señor tumor, usted se preguntará! ¿Pero por qué dejaste que apareciera en tu vida? ¡y la verdad es que no se qué podría decirle al respecto! ¡Creo que fue descuido de mi parte!, pero más allá de eso, me imagino que lo que me sucede con usted, estaba escrito en el libro de la vida, y sólo por eso, es que he medio comprendido su razón de ser y estar. Al principio, cuando me di cuenta de su crecimiento, sin saber que había nacido dentro de mí, me invadió el miedo, un miedo tan brutal que me desubico en el tiempo y en el espacio. Desde que supe de usted, me imaginé que era algo malo, y me dio terror pensar que su nombre era: Cáncer. Eso fue lo que principalmente me hizo asumir una actitud incomprensible, y lo digo así, porque me aislé, y no quería saber nada de la ciencia médica; ¡ni de nada ni de nadie, porque temía lo peor!

¿Pero sabe que, señor tumor!, ese mismo Dios y María Santísima que amo, junto a mis familiares y amigos, me hicieron reflexionar y ver el problema que usted me causa, desde una perspectiva diferente; fue así como poco a poco, y con la ayuda de mi actual médico tratante, que además de urólogo, me ha tratado psicológicamente, paulatinamente fui venciendo el miedo y me enfrente a mi realidad, dispuesto a todo por el todo. Seguidamente, sometí mi cuerpo y a usted señor tumor, a una serie de exámenes que lamentablemente arrojaron resultados hilados a lo que yo pensé inicialmente; es decir que, mi miedo por tener cáncer fue vencido por una verdad que me produjo desesperación, y al mismo tiempo, una tristeza muy grande; ¡y usted sabe porque lo expresó así, señor tumor!, ¡No se haga el loco!, pues bien, la desesperación se debe a que se comprobó su malignidad, y mi tristeza, porque automáticamente me coloqué en el lugar de quienes han pasado por una situación igual o similar.

¡Yo le voy a confesar algo, señor tumor!, cuando en oración pido por el mundo, por la paz, por los míos, vivos o muertos, por mis amigos y enemigos, en primer lugar ofrezco mi vida a Dios Hijo y a su Madre Santa, para que ellos dispongan de mi existir de la manera y en el momento que lo consideren necesario, pero lo hago de forma condicionada, porque cuando procedo de esta forma, lo que pido a cambio, es el bienestar de mis padres, de mis hermanos, de mis cuñados, de mis sobrinos, de mis tíos y primos, de mis ahijados, es decir, de todos mis familiares y también de mis amigos, incluyendo a mi pareja sentimental; por quienes soy capaz de lo inimaginable, ¡porque si hay algo contra lo que usted no ha podido señor tumor, es con mi fe y mi esperanza, tampoco con mi afecto, por los que creo y considero como parte de mi existencia; existencia en la cual, usted, está simplemente demás!

¡Ah por cierto, señor tumor!, no crea usted que no me he operado porque aún tengo miedo; ¡no es eso!, ¡Ni lo piense! Yo no me he operado porque no he tenido los recursos económicos-monetarios necesarios para proceder al respecto, en el pre, durante y en el post-operatorio. Personalmente, y no se si es una virtud o un defecto, me cuesta mucho aceptar la ayuda de otras personas, y en especial cuando se trata de “dinero”, quizás, porque mis padres me enseñaron desde niño, que debo ser lo suficientemente capaz para proveerme de lo necesario para subsistir y en paralelo me prepararon para luchar por lo mío, pero sin egoísmos hacia mis semejantes.

También debo confesar que no quiero darle molestias a ninguno de mis familiares y amigos, y aún así, de la misma forma debo hacer público que personas como mi mamá Sara, mi hermana Ariana, mi amiga Yelitza Aparicio, y mi amigo Edgar Romero, entre otros familiares y amigos cercanos, me han brindado todo su apoyo e incluso ayuda, a tal punto de estar planificando actividades pro-fondos para mi persona. ¿Qué tal, señor tumor?, ¿Cómo le quedo el ojo? A mi particularmente me brilla, no sólo un ojo, sino los dos, y se debe a la satisfacción que siento, porque mi familia y mis amigos se preocupan por mí, de la misma forma que yo me preocupo por ellos.


¡Finalmente, señor tumor! quiero que sepa que este monólogo que he sostenido por su causa y en su nombre, se lo dedico con toda el alma, a las personas que por causalidad han sido víctimas de un tumor, y lo hago con conocimiento de causa, como uno más de tantas personas que con dolor, miedo, llanto, cansancio y agotamiento han luchado y se han recuperado de una presencia tan incómoda como la suya, y asimismo, a aquellos que desafortunadamente han perdido la batalla en su contra. Igualmente, dedico este monólogo a los familiares y a los amigos de todos los que han sufrido las molestias de tener un tumor dentro de su organismo. Soy solidario con todos los que en algún momento de la vida, han vivido y enfrentado una situación como la mía; ¡y soy sincero, sumamente sincero, porque soy uno más…o uno menos!

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